Frases emblemáticas del movimiento anti-inmigrante incluyen “Que no vengan más y se vayan los que están." "No más tequeños, no más arepas."
"El Departamento de Estadísticas del Servicio Nacional de Migración de Panamá (SNM) informó en 2015 que se habían entregado permisos de residencia a 5.803 venezolanos" (El Nacional Web, 2016).
Desde el fondo de mi corazón espero que los panameños jamás tengan que sufrir lo que mi pueblo venezolano sufre hoy, que jamás tengan que ver a sus hijos morirse de hambre, que jamás tengan a familiares enfermos y que se les mueran por escasez de medicinas, que jamás tengan que vivir encerrados por el miedo de que en su país muera una persona cada 15 minutos, que jamás tengan a millones de sus familias separadas porque es la única forma de SOBREVIVIR
Cada vez tengo menos fe en la humanidad y me doy cuenta que los venezolanos estamos solos en ésto. Que la hermanad latinoamericana se ha convertido en un mito y pasa a segundo plano cuando se trata de tenderle la mano a un país hermano que muere de hambre.
A nadie le importa nuestra situación, por eso 18 años de mandar mensajes y conversar con organizaciones internacionales pidiendo ayuda no han servido de nada.
Porque en este mundo nadie hace nada si hay una mínima posibilidad de que ellos se vean afectados o que simplemente no les convenga, aunque signifique salvarle la vida a millones de personas.
No puedo hablar por el resto de los venezolanos, pero si yo fuera toda Venezuela les diría que no guardo rencor por este acto de odio y que si algún día el destino obrara de su única y misteriosa manera y se voltearan los papeles yo, como Venezuela, les abriría las puertas, les daría empleo, les proveería una mejor calidad de vida donde sus familias no corran peligro y tengan un lugar en donde mantenerse unidos.
¿Por qué haría ésto? Porque mi experiencia como inmigrante en los estados unidos y como venezolana me ha enseñado que el odio es la plaga más peligrosa para la humanidad y lo cómico es que es causada por nosotros mismos. Empieza con un acto en particular y en cuestión de segundos le llega a millones de personas, las cuales después de ofendidas vomitan sus frustraciones convertidas en insultos y actos violentos hacia otros, y así sucesivamente.